Si en una caja metemos rigor, trabajo (el que conlleva la composición en pos de la simbiosis de letra -historia contada- y música, pero también el que se refleja en un escenario tras un guión bien pensado y horas de ensayo), talento, incluso también virtud, sentido del humor y personalidad, y cerramos la caja entonces nos encontraremos ante la paradoja de si al abrirla encontraremos un Roura filósofo que esconde su estoicidad mostrándose disparatado; o si quizá encontremos un Roura divertido que establece dudas y preguntas, relativas a la moralidad y a lo humano, tras respuestas que preceden a la risa. O tal vez encontraremos en la caja un gato que escapa y se pasea entre las mesas del Café Libertad 8 apareciendo y desapareciendo a su voluntad como en aquel cuento de Lewis Carroll.

Sin duda Alejandro Roura es uno de los escritores de canciones más peculiares y certeros que existen en el panorama de la canción de autor, y así lo demostró en su concierto del 12 de diciembre en el Café Libertad 8. Un show auténtico que comenzó con la voz en off del mismo Roura dando la bienvenida a los asistentes e invitando a la atención, al silencio y al respeto, para un disfrute total de la noche. Acto seguido a ese disclaimer (putos anglicismos que se cuelan sin pudor en nuestro lenguaje) Roura subía al escenario y comenzaba a cantar: «Vuelven a estar de moda los estoicos, que hasta los perros parecen paranoicos [..] no tienes claro si querrías volver a nacer, y ya no distingues que es alivio y que es placer. Ojalá que toda la humanidad rompa a llorar a la vez […] Que resultona nos quedó la soledad, ya nadie distingue que es ternura y que es piedad. Ojalá que toda la humanidad rompa a llorar a la vez». A mitad de canción el gallego saludaba al respetable y enganchaba este primer tema con Clorofila («es que hoy no sé si tú me quieres de amor o de miedo»). Luego vendrían la magnífica y metafórica -o alegórica, que a veces confundo metáfora y alegoría- La pirámide y una canción nueva llamada Tirabuzón. Si antes hablaba de la simbiosis de música e historia contada, en Tirabuzón encontramos esta característica de las canciones de Roura que nos cuenta, a su manera disparatada e imaginativa, el problema de una gotera en su casa mientras que de su guitarra salen notas líquidas que suenan como gotas que caen de un techo encharcado. Y de la casa que hace aguas al hogar interior que se anega en la historia de amor de la canción Ana, en la que expone las virtudes del nombre Ana y a la vez los problemas que le genera a él tener un amor con ese nombre que también tiene su madre y su hermana («Ana de verdad que me pareces fantástica, la incompatibilidad es solo onomástica. […] Porque Ana es el nombre de mi madre y de mi hermana, y me siento sucio al pronunciarlo en la cama»). Sin salir del amor Roura cantó Dafne, con la colaboración del público en decir palabras con grupos silábicos con diptongo, y Mis peces.

Uno de los momentos más especiales del concierto tan especial que ofreció Roura el 12 de diciembre, es cuando cantó la canción, no sé si definirla como joya o como obra maestra, El foco del dolor.  Y para no escapar del dolor, ni del foco que quema más que alumbra, llegó otra canción absolutamente excepcional y encarnada como es 2015. Tras ella se apagaron las luces de la sala y en completa oscuridad, todo seguía en torno a los focos, Roura brindó, entre susurros (¿AMSR se dice ahora?) Canto esta canción tan en bajito. Y para salir de tanta intensidad de las úiltimas tres canciones llegó Caminaba por Gran Vía y una larga cola de asistentes se afanaron en besar a Roura convirtiendo el momento en un espectáculo de diversión y surrealismo… Aunque yo creo que en el fondo el momento que Roura baja del escenario casi al final de canción Caminaba por Gran Vía y varias, realmente muchas, de las personas que abarrotaban la sala le besaron fue un exponente máximo de lo que estaba gustando el concierto… Porque no todo va a ser aplaudir al artista, y mucho menos si se le puede besar para decirle de alguna manera «tío, gracias por este concierto». Tras los besos la gran canción Es tu vida («un momumento a lo que nunca sucedió […] es tu vida y suena a hueco»), que precedió a Un enamoramiento y a la final Náuseas de la imaginación.

No sé si los estoicos se han puesto de moda otra vez, pero sí que me gustaría que se pusieran de moda los conciertos de Roura, no por asistencia ya que el 12 de diciembre en Libertad8 se hizo un lleno total, sino por frecuencia en el tiempo. Y entonces así, sólo así, con la posibilidad de ir a escuchar a Roura regularmente no perderemos la razón y alcanzaremos un estado vital parecido a la paz interior.

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